FRAGMENTOS DE LA MEMORIA por Fernando Castro Flórez

 

Luto y corporalidad en el imaginario de Marisa González

 

La oscilación es constitutiva de la experiencia artística, surgida en un mundo técnico donde se siente la exigencia de planificación de todas las cosas.

Tal vez sea Benjamin el pensador que mejor ha comprendido la problematicidad de la obra de arte en el tiempo de la reproducción masiva, cuando la mediación se ha generalizado. Aunque había un último refugio para el valor cultual que se desmorona por la estética de la sorpresa y la novedad: la fotografía mantiene el culto y el recuerdo de los seres queridos, lejanos o desaparecidos1.

En la fotografía se encuentra el resto de una experiencia que, rodeada de silencio, reclama un nombre.

Sin duda, la técnica no conduce, en una perspectiva lineal, hacia un dominio de absoluta «racionalización» sino que parece rodear a algunos objetos o imágenes de un valor mágico. Marisa González comprendió, en los años setenta, la importancia del dispositivo técnológico y, por supuesto, de los desarrollos de lo fotográfico, rompiendo con una estética hegemónica de corte (post)informalista que tenía algo de «superficie dura», un muro (político más que estético) del que ella hizo brotar «formas orgánicas, vegetales, que lo deshacían, que lo abrían al espacio y al cielo. Ella puso el muro en movimiento y empezó a hacerlo multidimensional»2. Es importante recordar las obras realizadas en Chicago en el programa de Sistemas Generativos en las fotocopiadoras 3M de papel térmico3, así como sus primeros trabajos con productos de desecho, creando un «lenguaje de elementos de desecho sacados a otro contexto»4. La flanerie estética de esta creadora hace que reaparezca la figura del trapero como poeta de lo cotidiano, así como una particular versión de los procesos que desencadenaría, en unas coordenadas diferentes, el arte povera.

En última instancia, este recoger lo caído por tierra, la redención de lo excluido, supone un ingreso en el territorio complejo de la memoria, con la que la modernidad tiene unas relaciones complejas.

 

MEMORY FRAGMENTS by Fernando Castro Flórez

 

Mourning and corpotality in the imaginarry of Marisa González

 

Oscillation is representative of the artistic experience that occurs in a technical world where the need to plan is felt.

Perhaps Benjamin is the philosopher that has best understood the problems of the work of art in this time of massive reproduction, when mediation has become generalized. Even though there was a last refuge for the value of the cult now falling apart due to the aesthetic of the surprise and novelty: photography maintains the cult and the memory of our loved ones, distant or disappeared1. 

The remains of an experience are found in photography, an experience that being surrounded by silence cries for a name. 

Without any doubt the technique does not lead, in a lineal perspective, towards a mastery of absolute «rationalization» but rather seems to surround some objects or images of magic value. Marisa González understood in the 60´s the importance of the technological offerings, and of course, of the developments of the photographic breaking with a dominant aesthetic of a (post) informalist nature which had something of a «hard surface», a wall (political more than aesthetic) from which she brought forth «organic forms, vegetables, that broke it down, that opened it up to space and to the sky. She put the wall in motion and began to make it multidimensional»2. It is important to remember the works done in Chicago within the program of Generative Systems on 3M photocopiers using thermal paper3, and also her early works using discarded products, creating a «language of discarded elements pulled into another context4». This creator´s flanerie aesthetic causes the figure of the ragman as the poet of everyday things to reappear, as well as a particular version of the processes that in different coordinates, arte povera would set off. 

In the end, this gathering of what has fallen to earth, the redemption of that which was cast aside, comes to be an entering into the complex territory of memory with which this modern age has very complex relations.